Un día te vas a dar cuenta de que ya no existe ese bullicio infantil que tanto desgasta; y ese caos armónico es silencio ruidoso porque las hojas del calendario no perdonan.
Y es de repente... de repente caes en la cuenta de que la bañera ya no es un baúl desastre lleno de juguetes, y que no te han dejado en el lavabo ese balón de gomaespuma, ni hay muñecas en un sofá dormido, ni playmobils desparramados por la casa...
Y un día te vas a dar cuenta de que no hay carreras por pasillos interminables; ni risas a hurtadillas en la cama para desafiar el sueño; ni cuentos a quien leer, ni sábanas a quien tapar a medianoche, ni almas respirando sueños...
Y un día te vas a dar cuenta de que la despensa está llena de recuerdos y que sobran platos en la mesa; y que todo está en orden... sin mochilas en el suelo de la entrada, sin lápices desordenados en pupitres de colores, ni esa ropa que no entra en el cesto y que las camas no se deshacen...
Y un día... serás huérfano de tus hijos que crecieron con el permiso de la vida. Y te sentarás en el sillón sabio del libro que echa de menos una voz inocente que le interrumpa.
Y cada página que pases, léela con detenimiento porque esa... ya no vuelve. Es la vida.
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